Escrito por María Guadalupe Hernández Jímenez
Es un poco abrumador comenzar con una hoja en blanco. La sola idea de cómo empezar, si lo harás bien o mal, o cómo poner todo lo que sientes y piensas, suele generar dudas, e incluso incomodidad. Como todo en la vida, los comienzos son complejos, porque tememos hacer las cosas mal. Vivimos con pensamientos como: “¿y si pasa esto o aquello, quizás?” Pero olvidamos que el ahora es momentáneo y efímero. Si dejamos de lado un poco la duda, tal vez podríamos convertirlo en una oportunidad para mejorar. Nunca es un mal momento para comenzar. Es bastante común que, como seres humanos, queramos tener control sobre todo lo que nos rodea. Sin embargo, no somos dueños, somos habitantes. A pesar del embriagante “poder” que creemos tener sobre algunas cosas, olvidamos lo más importante: controlarnos, conocernos y amarnos. Se dice que no podemos empezar desde fuera sin antes haber limpiado nuestro interior. Un paso a la vez, sin prisa, con calma, emoción y disciplina. ¿Por qué no comenzar una mañana apreciando todo lo que nos rodea? Ver el mundo con “ojos de amor” puede hacer una gran diferencia. Un nuevo día, mes y año. Tal vez solo buscamos pretextos para “permitirnos” pequeños comienzos, esperando mejorar a medida que avanzamos. Aunque puede sonar sencillo decir que los cambios son buenos, en realidad son más profundos de lo que parecen. Se necesita mucha voluntad y conciencia para lograr cambios, desde los más pequeños hasta los más grandes. Tal vez todo se resume en el tiempo vivido, lo que nos falta por vivir y cómo queremos vivirlo. La vida es un instante que, si nos anclamos en lo negativo, se nos escapará como un suspiro
