Observando lo que nos rodea, mi mirada inquieta se posa en un vitral, se ve tan precioso como hace un juego de luces con el sol, los colores brillan y cada pieza de cristal parece tan bien calculada, tan completa, tan perfecta, se vuelve irreal el hecho de pensar que los vitrales son una composición de diversos vidrios de colores, que se van ensamblando entre varillas, que delimitan las figuras y colores para así mantener su valor. Tal vez solo somos un conjunto de pequeñas piezas rotas a base de las experiencias que se ven unidas, como si fuéramos mosaicos de colores, como vitrales… La diferencia es que nosotros nos conformamos de ideas, sentimientos, experiencias, tanto formidables como no gratos, y eso es lo que nos hace humanos, el sentir, tanto lo interno, como lo externo, nos hace tener un crecimiento único en cada uno de nosotros, siempre llevándonos un pedacito de cada persona que entra en nuestros círculos, y así ellos tomando un poco de nosotros. Con esto en mente, somos mucho más parecidos a un vitral de lo que pensamos. Quizás esta es una bella forma de pensar en este tipo de experiencias, que de alguna forma queda en nosotros, aunque es bien sabido que recordar es volver a vivir, el camino a este suele ser complejo y doloroso, dependiendo la situación, es muy sencillo decir que los cambios son buenos, la verdad que el trasfondo de esto es mucho más serio, esto conlleva una voluntad fuerte, donde el sentir implica forjarse bajo presión, romperse, pero al final, siempre transformándose, ya que es un “cristal” más que se vuelve parte de nosotros y solo hasta este punto nos damos cuenta que residen millones de piezas enlazadas, de diversos colores y formas para así mostrarnos en una sola pieza, lo que somos, lo que fuimos y lo que seguiremos haciendo, cristales para nuestros vitrales. adentrarse a un mundo donde se conecte lo sublime y lo poético
Lo que somos, lo que fuimos Vitrales
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